La fundación Teletón de Honduras nace en 1987, desde esa época hasta la fecha, muchos hondureños se ha unido a esta iniciativa privada y la han adoptado como suya, demostrando el espíritu solidario, fraterno y noble que existe en la mayoría de nuestros conciudadanos que, sin importar sus penurias, se desprenden de lo poco que tienen para contribuir con un “granito de arena”.
Este año no fue la excepción, cientos de jóvenes se apuntaron como voluntarios para recorrer las distintas ciudades con botellones y latas que se convirtieron en alcancías, donde la ciudadanía podía depositar sus donativos, artistas nacionales e internacionales también dijeron presente, adultos, niños, ancianos, “empresarios” y gobierno dieron su aporte.
Ahora bien! no tenemos nada en contra de iniciativas altruistas, que brotan de nuestro pueblo, que, aun empobrecido -por una clase avarienta de políticos, líderes religiosos y algunos empresarios inescrupulosos-, acuerpan la “cruzada de amor” no importando: colores políticos, credo, raza, sexo, clase social, etcétera, siendo está, una de las pocas actividades, por muy fugaz que sea, que crea una cierta “comunión nacional”.
En vista lo anterior, apoyamos este espíritu y sentimiento colectivo de los pobladores, ya que nadie con un pequeño grado de sensibilidad, puede sentirse ajeno al dolor, sufrimiento, discriminación que adolecen nuestros connacionales que, debido a situaciones tales como: enfermedades, accidentes, edad… sufren de alguna limitación física.
Por otra parte debemos ver la otra cara de la moneda, ser críticos y analíticos, investigar el accionar de algunos de los miembros de la fundación Teletón, que deben millones al fisco y no honran sus obligaciones. ¿Qué intereses ocultos hay detrás de las 27 horas de “amor”, como dicen las campañas del medio televisivo que la “patrocina”? ¿Cómo no mencionar las ambiciones personales, políticas y corporativas que animan a algunos de los participantes?.
Es necesario señalar el afán de lucro de empresas que dedicadas a la misma actividad que otras, compiten deslealmente no pagando impuestos, en vista que gozan de prerrogativas y regímenes especiales que los protegen y les hacen llevar ventaja sobre las compañías que sí tributan al Estado. Y con “donaciones” dicen ser “Empresas Socialmente Responsables”.
Con sus “aportes” buscan ocultar, lavar o blanquear la inmensa deuda social que han creado al no tributar -40 mil millones de lempiras aproximadamente han dejado de pagar al fisco las empresas insignes de la “cruzada de amor”- por las millonarias utilidades que perciben y como agravante, que en la mayoría de los casos no pagan ni el salario mínimo, sometiendo a humillaciones a los empleados y negándoles los derechos laborales contenidos en el moribundo Código del Trabajo.
Las figuras políticas no se quedan atrás, estos convierten un acto humanitario en un evento de proselitismo politiquero, que tienen objetivos definidos: dar la imagen de una persona desprendida y preocupada por los desposeídos y capitalizar votos para candidaturas a cargos de elección popular, y, por otro lado distraernos para que no cuestionemos de donde provienen los fondos, que en síntesis son del mismo erario público.
Si continuamos observando a nuestro derredor, encontramos que hay empresas que recaudan fondos con la venta de calcomanías, brazaletes, redondeos a los clientes y retenciones a sus empleados, entregando ese dinero, no en nombre de los verdaderos aportantes, que es cada uno de los que adquirieron los productos, aceptaron la deducción o redondeo.
Al hacer la donación en nombre de la institución, adquieren un beneficio fiscal, al poder deducir del pago del impuesto sobre la renta un porcentaje, sin contar el efecto publicitario que perciben. Del mismo modo, nadie verifica y audita que las sumas declaradas correspondan al monto verdadero de lo obtenido, convirtiéndose en un fraude y un hurto.
Pero si vamos más al fondo es necesario cuestionarnos los siguiente: ¿Por qué un tema de salud pública, tan sensible, como es la rehabilitación de niños, jóvenes, adultos y de aquellos que peinan canas, debe ser asumido monopólicamente por una institución privada, con jornadas de solidaridad que son financiadas por las capas populares, convirtiéndose en lo verdaderos héroes de estas campañas de recolección, aquellos que entregan lo que mañana les hace falta y no lo que les sobra.
Es contradictorio lo anterior, al leer la mancillada Constitución de la Republica, cuando en su articulado reza, que el Estado de Honduras está en la obligación de dar salud a sus habitantes, y no como sucede en el caso planteado –la Teleton- donde los mismos hondureños asumen el costo y mantenimiento de los centros de rehabilitación.
Finalmente, si el Gobierno entrega millonarias cantidades de dinero a esta fundación de forma directa –Casa Presidencial, Ministerios, Municipalidades, Congreso Nacional-, o indirectamente, vía deducción que hacen los empresarios del impuesto sobre la renta; careciendo dichas cantidades de una auditoria del Estado y de la sociedad civil, que velen por el buen manejo de cada lempira que reciben.
Si sumamos el total manejado por la Fundación Teletón, desde su inicio hasta la actualidad, contabilizando el efectivo, el valor de los inmuebles cedidos para la construcción de los cinco centros que funcionan y equipo entregado, nos daremos cuenta que es imperioso den cuentas de estos recursos.
Nuestro respeto, admiración y agradecimiento a todos los niños, jóvenes, profesionales, empleados responsables, voluntarios que dan lo mejor de sí para la rehabilitación a los compatriotas que padecen alguna discapacidad. Y en general a todo el pueblo de este hermoso país que demuestra la grandeza, nobleza, entrega y solidaridad con los más necesitados.